Una de las cosas más bellas de nuestra profesión de fotógrafos de boda es ver la felicidad en la cara de las personas. Y no sólo verla sino sentirla, en un día tan único y especial para los novios.
A veces casi escondidos, sin que los novios noten nuestra presencia. Como en esta fotografía tomada a través de la vegetación, de su esperada boda en los jardines del palacio del Infante Don Luis, de Boadilla del Monte.
Un entorno precioso para enmarcar un acontecimiento espléndido, en el que la novia irradia felicidad y orgullo.
Y con la ventaja añadida de contar con la máxima cercanía al lugar donde se celebraría el convite, la finca de el Antiguo Convento de Boadilla, otro lugar mágico. Donde novios e invitados disfrutarían de una velada exclusiva y perfecta, haciéndose realidad su ansiado sueño.